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Azabache: Eusebio y el nene

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Los escritores Kike Ferrari (detrás) y Calos Zanón, en el Festival Azabache 2013.

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HABLA KIKE FERRARI: 

No conocí a Carlos Zanon en mi viaje a la Semana Negra del 2011, cuando sí me cruce con casi todos los demás de la legión española: Cristina Fallarás, Willy Uribe, Pedro de Paz, Juan Ramon Biedma, Toni Hill, Javier Márquez Sánchez, Jerónimo Tristante

Y tampoco tengo sus novelas, aunque varios amigos me recomendaron mucho su Tarde mal nunca.  Lo leí sí, en Sigueleyendo.

Incluso publiqué un texto suyo sobre Jim Thompson en mi blog , hace ya dos años.

Tuve oportunidad de conocerlo recién ahora, la semana pasada, en el Festival Azabache, un evento que es, como la Semana Negra, una fiesta de la literatura y la camaradería.

Charlamos, en La Casualidad, entre sanguchitos de carne y vasos de vino, casi exclusivamente de literatura: de nuestro amado Jim Thompson y el concepto de la amistad en Salgari.

“Como escritores replicamos las historias que nos conmovieron de críos”, dijo Carlos en un momento.

Esa misma tarde compartimos una mesa. Triple presentación: el nuevo libro de Fernando López, la edición argentina de mi novela Lo que no fue y la antología Charco Negro, donde hay un cuento de Carlos y también uno mío, Cruz rota, que es mi primer incursión en lo fantástico.

También es fantástico lo que va a pasar.

Por problemas con la importación de papel no tengo ejemplares de la novela. Entonces, entre cervezas, cuento el origen de Lo que no fue. Corría el año 2004 y yo trataba de escribir una novela policial que sucediera en torno a Trotski, entre el primer (y fallido) atentado y el segundo y definitivo. Entre abril y agosto de 1940.

Tenía la trama, los personajes, el asesino, el arma, el desenlace. Sólo me faltaba el personaje de ficción (el investigador) que me permitiera contar la historia que tenía ganas de contar.

Entonces empecé a delinear a ese personaje, Miguel el Nene Echeverría: segundo hijo de inmigrantes anarquistas, mamá violinista, papá panadero; militante de la reforma universitaria sin ser universitario y del marxismo libertario de principios de siglo; luego periodista, boxeador, trotamundos; llega a España durante el proceso revolucionario, tras los pasos de un amigo.

Y ahí me quedé.

A la mierda Trotski, México y la novela policial.

Escribí otra novela, ésta, que sucede en Barcelona, durante los hechos de mayo del 37 y que habla de la amistad, las esperanzas perdidas y la identidad. Sobre todo la identidad, de qué estamos hechos.

La terminé el 9 de julio de 2007, la tarde que nevó en Buenos Aires.

Cuento también que en 2009 la premió Casa de las Américas y al año siguiente salió en Cuba. Y que en un par de semanas estará disponible acá.

Leo, finalmente, un fragmento.

Y entonces, la magia del Azabache: la literatura, casualidad y lo fantástico.

Miro a Carlos —mi primo Carlos, de ahora en más— quien a mi lado tiene los ojos brillantes. Pero mejor se los cuenta él.

 .

HABLA CARLOS ZANÓN:

Leí a Kike en Sigueleyendo, la tabla de surf con la que Cristina Fallarás se ha empeñado en demostrar que el Atlántico es una ola.

Estuve cuando lo premiaron en Gijón en el 2012 y no pudo estar. Alguien leyó un texto suyo. Fue emocionante.

Nunca antes había visto a mi primo.

Y entonces ocurrió.

Escuché lo que estaba leyendo Kike y no podía creerlo.

Es difícil saber por qué hay gente que se te incrusta en el corazón y otras no.  Yo perdí a mi abuelo con 11 años. Se llamaba Eusebio González Gálvez. Ha sido la persona que más he querido en mi vida. Y tampoco entiendo ni es justo por qué siento eso por él y no por otra gente de mi entorno que me han dado más, que me han cuidado y sacado adelante. Pero es. Había algo en él que era verdad. Que de hecho no tenía nada que ver con que fuera mi abuelo. Sino con lo que transmitía y con lo que los demás contaban de él y que Eusebio nunca afirmaba ni desmentía. Me hubiera sentido atraído por él del mismo modo si hubiera sido un vecino o un maestro. Tenía algo que ver con que era un tipo al que habían roto pero no vencido. Que seguía creyendo en lo que creía. Que sabía que jamás puedes fallar a los tuyos. Ese tipo de cosas. Era natural de Toledo de donde huyó en cuanto estalló la Guerra Civil, siendo un crío, con mi abuela. Con diecisiete años ambos llegaron a Barcelona, donde nació un año después mi madre. Perdió la guerra. Él y sus hermanos. Uno, Martín, era activista de la CNT, y al otro, Francisco,  le apodaban “El Ruso” porque fue a luchar años después al Frente Soviético. Cuando no regresó de allí, el apodo pasó a mi abuelo. Eusebio estuvo represaliado en España y en Francia por un total de 14 años. Pero mi abuelo era mi abuelo. Y los que habían ganado eran pequeños a su lado. Lo sentía así. Con el paso del tiempo mucho más.

Cuando Kike decía en su presentación que el tema de su libro era el de la identidad, supe qué quería decir. Algo intangible que va más allá de dónde has nacido, a quién has amado, la bandera que juraste obedecer. Era algo más, como saber quién se es. Y serlo más allá de todo lo demás. Ser quién eres a pesar de que perderás casi todo. Las guerras, la paz y todos los putos armisticios que quedarán en medio.

Kike seguía leyendo. Su protagonista, Nene, era un comunista desorientado. Que lo envían al frente de Lérida. Y le están curando la amputación de los dedos pequeños de su pie izquierdo.

Mi abuelo en medio de la guerra fue un comunista desorientado. Que lo envían con la Quinta del Biberón —se llamó así por el reclutamiento desesperado de los más jóvenes, inexpertos y bisoños— al frente de Lérida y Aragón. Y del que regresó con la amputación de dos de sus cinco dedos del pie. Puestos a ser fiel a la verdad, el pie era el derecho.

¿Qué había pasado? ¿Qué era todo aquello? Algo que tiene que ver con el lenguaje vivo de los muertos que hablan a través de nosotros. Los escritores, buenos o malos, que son la lengua de su tribu, de su gente, de los suyos sean éstos los que sean. O simple casualidad. Me da igual. A Kike creo que también.

Estaba tan emocionado que casi se me saltaban las lágrimas ante aquel recuerdo de mi abuelo. El tipo al que más he querido en mi vida.

Es por eso que a partir de ahora, Kike, es mi primo: porque me da la gana.

Eusebio y el Nene. Va par de tipos. Ya no salimos así.

O quizás sí, qué cojones.

 


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